La afinación
Viernes 5 de abril de 2024

La afinación y por tanto la sensibilidad auditiva, desempeña un papel de primer orden en el canto y en la práctica de los instrumentos de cuerda; es también muy importante en la ejecución de los instrumentos de viento, donde el sonido, aunque en principio producido por el instrumento, depende de la afinación del intérprete.
Para aquellos músicos, cuyos instrumentos son atemperados, la sensibilidad sensorial auditiva es importante: influye en el toque y especialmente en la ejecución polifónica; evidentemente, un buen oído permite penetrar mejor que otro menos bueno en el espíritu de la obra; éste se desprende, en gran parte, de los detalles técnicos sonoros: intervalos, acordes, modulaciones, etc. Es, pues, menester dar un lugar de importancia al oído musical, sea cual sea el instrumento que se practique. El oído puede desarrollarse en todos los grados, sin distinción, desde la más tierna infancia hasta el virtuosismo del profesional.
Como la relatividad es un principio esencial del arte, la afinación puede variar según los casos; por otra parte, puede ser de diversas naturalezas. Una vez más, al estudiar la naturaleza de la afinación, nos vemos llevados a unificar la triple naturaleza humana: física, afectiva y mental. Así tendremos:
1) La afinación natural, dada por las leyes de la resonancia de los cuerpos. La ley de los armónicos engendra sonidos naturales. Por otra parte, con la quinta justa, tercer sonido parcial, dado por las relaciones 2/3 para la longitud de la cuerda y 3/2 para el número de vibraciones, se puede formar una escala diatónica y cromática.
2) La afinación expresiva, propia del artista. Este último, aun respetando las leyes naturales, las aprovecha, las exalta y llega así a dar a la melodía un verdadero valor expresivo. Esta afinación es eminentemente relativa y subjetiva, mientras que la afinación natural es un hecho objetivo (lo que no significa de ninguna manera que carezca de cierto valor expresivo). Según la afinación expresiva, un mi bemol, por ejemplo, en el acorde do-mi b-sol, no es el mismo que en la serie de sonidos: do-mi b-re, en la cual la tendencia resolutiva del mi b funciona plenamente. Todos los verdaderos artistas, entre los violinistas y los violoncelistas, por ejemplo, practican esta afinación, a veces hasta inconscientemente. ¿En qué difiere la afinación expresiva de la afinación natural, desde el punto de vista del número de vibraciones? Tomemos un sonómetro (instrumento con trece cuerdas iguales, afinadas en el do, del cual ya hemos hablado). Coloquemos los arcos de manera que obtengamos, en cuerdas diferentes, el fa sostenido y el sol bemol. Según la afinación natural, estos dos sonidos distan entre sí un noveno de tono. Desplacemos el fa sostenido hacia arriba y el sol bemol hacia abajo, duplicando la separación entre los dos. Obtenemos así un bello fa sostenido, cuya tendencia resolutiva hacia arriba está más caracterizada que el fa sostenido natural, lo que al mismo tiempo satisface al oído; lo mismo habrá de ocurrir con el sol bemol y su resolución hacia abajo. Según el caso, ciertas alteraciones, expresivas hasta lo patético (pero atención con el sentimentalismo!), pueden llegar a ser cuartos de tono.
Lo mismo pasa con ciertos ornamentos, bordaduras, por ejemplo, que pueden llegar a ser cuartos de tono, con lo que se obtiene una ligereza que no se lograría con semitonos.
3) La afinación atemperada, que data de comienzos del siglo XVIII. Consiste en una división de la octava en doce partes iguales, (escala cromática) que llevan así al do sostenido y al re bemol, por ejemplo, a un sonido único. Esta afinación fue creada por razones prácticas, sobre todo instrumentales (facilidad de ejecución, economía de lugar, de cuerdas, tubos, etc.). Es equilibrada, neutra y de orden esencialmente armónico; facilita la ejecución y la modulación en las quince tonalidades mayores y menores.
Paralelamente a la música, y ello prueba la validez de la clasificación propuesta, se pueden encontrar estas tres formas de afinación en el dominio del dibujo y de la pintura. El aparato fotográfico da la afinación natural, física; el dibujante acentúa las características, traduciendo su sensibilidad; el artista de poca envergadura que se esfuerza por hacer a su modelo parecido y a la vez «bonito», para halagarlo, atenúa en cambio las mismas características y lleva a su modelo, tanto como sea posible, a una cierta norma; da así pruebas de intelectualismo más que de sentido artístico; de oportunismo, más que de amor por el arte.
Se podrá hablar de una cuarta afinación, pero se trata solamente de una deformación de la afinación expresiva; es la afinación caricaturesca. Se la encuentra frecuentemente en el dibujo y en la pintura, donde constituye un género admitido; en la música la descubrimos fácilmente en el músico dilettante y, en un grado a veces manifiesto, en los cantantes de variedades.
Al insistir en el valor de este ordenamiento, repetimos que la afinación natural es de orden sensorial, físico; la afinación expresiva es de orden melódico, afectivo, y la afinación atemperada es de orden armónico, mental. Meditar sobre este ordenamiento, aunque no se llegue a precisar la naturaleza profunda de los elementos que lo constituyen, es una actitud psicológica que favorece a la pedagogía.